Más que periodista, me gusta considerarme un escritor. Tal cual, a secas, sin ínfulas literarias.
Es verdad que cuando estaba en el colegio acaricié la idea de estudiar literatura, pero una profesora universitaria -sabiamente- me la quitó de la cabeza advirtiéndome que moriría de hambre. Luego fue otro profesor quien me señaló el camino hacia periodismo, una carrera que me calzó como si la hubiera hecho para mí un sastre.
Quizá por lo mismo soy feliz siendo un periodista versátil. Disfruto tanto hacer un reportaje sobre tecnología como uno sobre los vicios de la educación en Chile, como de una nota sobre Luli o una sobre el color de los gatos.
La cosa es escribir… y que los demás lo lean.
Pero en el último tiempo el asunto se me ha hecho difícil. Estar a cargo de BioBioChile me demanda cada vez más tiempo de gestión, planificación o reuniones y me deja menos para la escritura. Hay días en que no escribo nada en absoluto. Aquellos son cuando me siento más miserable.
Ni siquiera puedo desquitarme aquí en mi blog, como se habrán dado cuenta. Por la noche llego tan cansado -mentalmente- a casa, que no logro hilar palabra. Menos aún una reflexión que valga la pena.
Allí es cuando miro suspirando el retrato de uno de mis autores favoritos: Isaac Asimov. ¿Cómo lo hacía para escribir tanto? Entre novelas, textos científicos y juveniles, Asimov fue uno de los escritores más prolíficos de todos los tiempos, con más de 500 libros a su haber y 90.000 cartas o postales, detalla Wikipedia. Ya hacia el final de su vida en la década de los 80, en un lapso de 6 años, escribió 90 libros… eso es 15 libros por año. ¡Más de uno al mes!
¿Cómo demonios lo hacía?
En busca de respuestas llegué a su biografía en Amazon, «It’s been a good life«, la que consumí ávidamente esperando dar con el secreto. Y en efecto, Asimov se preocupó del tema en el capítulo 21, pero no encontré disciplinados esquemas de trabajo ni trucos impensables para ganar tiempo. Muy por el contrario, fuera de algunas características que me identificaron y otras que envidié, sólo di con una confesión con tintes de advertencia, que me regresó al punto de partida.
Si alguna vez se hicieron la misma pregunta que yo, los dejo con mi traducción del breve capítulo:
Mis días favoritos (considerando que no tenga una compromiso ineludible que me obligue a salir de casa) son los días fríos, depresivos, ventosos y con granizo, cuando puedo sentarme frente a la máquina de escribir o el procesador de textos en paz y seguridad…
Un escritor compulsivo debe estar siempre preparado para escribir. Sprague de Camp dijo una vez que cualquiera que desee escribir debe recluirse durante 4 horas en completa soledad, no sólo porque toma bastante tiempo comenzar, sino porque si te interrumpen deberás comenzar todo de nuevo.
Quizá sea así, pero si alguien no puede escribir a menos que cuente con lapsos de 4 horas ininterrumpidas, seguramente no va a ser prolífico. Es importante poder comenzar a escribir en cualquier momento. Si tengo 15 minutos sin nada que hacer, es tiempo suficiente para escribir una página o dos. Tampoco tengo la necesidad de sentarme y perder largos periodos de tiempo ordenando mis pensamientos antes de escribir.
Alguien me preguntó una vez qué era lo que hacía antes de poder comenzar a escribir. Desconcertado, le pregunté «¿A qué te refieres?».
«Bien, a que si haces algunos ejercicios primero, o le sacas punta a todos tus lápices, o haces un crucigrama – ya sabes, algo para ponerte de ánimo».
«¡Oh!», respondí iluminado. «Ya sé a lo que te refieres. Sí, antes de ponerme escribir siempre enciendo primero la máquina de escribir eléctrica y luego me siento lo suficientemente cerca como para que mis dedos alcancen las teclas».
¿Por qué me pasa esto? ¿Cuál es el secreto del inicio instantáneo?
Si existe alguno, es que no escribo sólo cuando estoy escribiendo. Cada vez que estoy lejos de mi máquina de escribir -comiendo, quedándome dormido, lavándome los dientes- mi mente sigue trabajando. En ocasiones puedo escuchar pequeños trozos de diálogos corriendo por mis pensamientos, o pasajes con descripciones. Usualmente se trata de cualquier cosa que esté escribiendo o que esté por comenzar a escribir. Incluso cuando no escucho las palabras en sí mismas, sé que mi mente trabaja en ellas de forma inconsciente.
Por eso es que siempre estoy listo para escribir. En cierta forma, todo ya está escrito. Me basta sentarme y tipearlo a un centenar de palabras por minuto, siguiendo el dictado de mi mente. Más aún, puedo ser interrumpido y no me afecta. Tras la interrupción, simplemente vuelvo a donde estaba y retomo el dictado mental.
Desde luego, esto significa que lo que entra a tu mente debe quedarse en tu mente. Siempre di eso por hecho, así que nunca tomo notas. Después que Janet y yo nos casamos, hubo algunos momentos de lucidez nocturna en que le decía «Ya sé cómo debe seguir la novela».
Entonces ella me decía ansiosamente, «Levántate y escríbelo».
Pero le respondía «No es necesario», y me daba vuelta a dormir.
Sabía que la mañana siguiente lo recordaría, por supuesto. Janet se quejaba al principio de que la volvía loca con esto, pero luego se acostumbró.
El escritor corriente suele ser acechado por la inseguridad mientras escribe. ¿Es la oración que escribió una que realmente recoge su sentimiento? ¿No sonaría mejor escrita de otra forma? El escritor corriente siempre está revisando, cortando y cambiando, siempre buscando diferentes formas de expresarse y, hasta donde sé, nunca a su total satisfacción. Ciertamente, así no hay manera de ser prolífico.
Un escritor prolífico en tanto, debe tener seguridad en sí mismo. No puede sentarse a dudar de la calidad de lo que escribió. Más aún, debe amar lo que acaba de escribir.
Yo lo hago. Puedo tomar cualquiera de mis libros, comenzar a leerlo desde cualquier parte y me perderé inmediatamente en él, leyendo hasta que alguien me despierte del encantamiento. A Janet esto le parece asombroso, pero para mí es muy natural. Si no disfrutara tanto mi escritura, ¿cómo podría soportar todo el tiempo que paso haciéndolo?
Tras editar mi primer borrador y hacer cambios que, por lo regular, no involucran más del 5% del total, lo envío a la editorial.
Una razón de mi seguridad es que, quizá, veo una historia o un artículo como un patrón y no como una sucesión de palabras. Sé cómo incorporar cada parte en su lugar exacto del patrón, así que nunca debo crear una guía externa sobre la cual trabajar. Incluso la trama más compleja o la exposición más intrincada fluye apropiadamente, con todo en su orden preciso.
Imagino que un maestro en el ajedrez visualiza su juego como un patrón en vez de una sucesión de movimientos. Un buen entrenador de béisbol seguramente ve el juego como un patrón en vez de una sucesión de jugadas. Bien, yo también veo patrones en mi especialidad, pero no sé cómo lo hago. Simplemente tengo esa capacidad desde que era un niño.
Desde luego, también ayuda el no intentar ser muy literario al escribir. Si intentas que tu prosa se vuelva un poema, seguro que te tomará tiempo… por lo mismo he cultivado deliberadamente un estilo bastante simple, incluso coloquial, que puedo utilizar rápidamente y con el que pocas cosas pueden salir mal. Esto ha llevado a que algunos críticos, con cráneos que son más hueso que mente, interpreten esto como «no tener estilo». Si alguien piensa que escribir con absoluta claridad y sin términos superfluos es algo fácil, le recomiendo que pruebe a hacerlo.
Pero ser un escritor prolífico también tiene sus desventajas. Resulta complicado para la vida social y familiar, ya que un escritor prolífico vive absorto. Debe estarlo. Debe estar escribiendo o pensando en escribir virtualmente en todo momento, sin tiempo para nada más…
Imagino que puede ser desastroso para una familia tener un esposo y padre que nunca quiere viajar, nunca quiere salir, ir a fiestas ni al teatro; que sólo quiere sentarse en su cuarto y escribir. Me atrevería a decir que la ruina de mi primer matrimonio se debió -en parte- a esto.
30 marzo, 2014 a las 5:36 pm
Me acordé de TV Nauta, una vez ahí Franco Catrin, dijo que el pensaba todo el día en lo que estaba programando, en la ducha, mientras comía, etc. Al parecer programar es igual que escribir libros.
30 marzo, 2014 a las 8:44 pm
Ufff me sentí muy identificado con este artículo! Y que buen recuedo Daniel!!
Yo creo que es así para todo lo que tenga que ver con un proceso creativo, porque me pasa lo mismo con la música, aunque no es mi fuerte. A veces cuando uno se sienta a «trabajar» es básicamente transformar todo lo que se pensó en código, letras, música, etc.
Que mal lo del primer matrimonio Christian, no siempre se entiende que el «ser así» es parte de un todo, viene con «el pack» contratado. Por suerte con los años mi señora lo ha ido entendiendo, aunque trato de no pasar tanto tiempo «en la zona». A veces uno se entusiasma y quiere avanzar sin parar, pero muchas veces un día más o un día menos no hará la diferencia. Lo importante es no dejar de hacerlo.
Ahora que viene el invierno, es ideal. Con unos amigos tenemos el dicho de las «pantuflas programadoras», son esas típicas pantuflas bien abrigadas, con monitos, y que ayudan a entrar en ese estado productivo una vez puestas. Además es una señal de que no piensas salir a ningún lado, en mucho rato.
Saludos!
30 marzo, 2014 a las 8:58 pm
Lo del «primer matrimonio Christian» me refería al primer matimonio de Asimov 🙂
30 marzo, 2014 a las 9:15 pm
Jaja. Había tenido la duda 🙂
31 marzo, 2014 a las 8:20 pm
Hoy me acordé del blog del francotirador, me preguntaba que sería de él, busqué en google, cosa que había hecho un par de veces en los últimos años, excepto hace unos meses, creo, que bueno volver a ver tus artículos, espero ver sobre software libre y otros, que genial que estés de vuelta, aunque hecho de menos ver desde que sistema operativo la gente comenta. No tengo el mismo conocimiento y poder de raciocinio de otras personas, quizás, pero me alegra volver a leerte.
29 septiembre, 2015 a las 12:49 pm
Creo que me quedo con la siguiente parte del texto .
-Si tengo 15 minutos sin nada que hacer, es tiempo suficiente para escribir una página o dos.
A mi me pasa que aveces ni siquiera tengo tiempo e igual escribo. no pienso mucho para escribir no ordeno tantas ideas solo escribo lo que pienso en el momento y ya.
no se si esta bien o mal ordenado o no pero se que existen personas que también quisieran hacerlo .
Leo blog y veo las distintas formas de pensar, así es mas fácil comprender a las personas que sienten o se asemejan a lo que también te gusta.
lindo articulo ☻