Mientras esperaba a que mi mujer vitrineara en el Mall Mirador, pasé a tomar un café al Dunkin’ Donuts, como ya se me ha hecho costumbre.
Era el final de la jornada y en el local comenzaban a limpiar los implementos, por lo que tuve que confirmar que aún atendieran. Pagué y luego me puse a revisar los correos en mi teléfono mientras esperaba.
De pronto, una de las chicas que atendía me acercó el café y me sacó del trance.
«Aquí tiene… le hice un corazón en la espuma» – dijo sonriente.
Aceptémoslo. No soy Ben Affleck como para que me dediquen semejantes detalles, así que el gesto me descolocó. Lo agradecí con la mayor efusividad que mi parquedad permite sin fracturar mi mandíbula y me fui a sentar a los sillones del pasillo central, algo sonrojado.
Me quedé mirando el café, con su corazón blanco que lentamente comenzaba a deformarse y no pude evitar que el mío sintiera un leve apretón. Verán, siempre he visto con una mezcla de compasión y pavor los trabajos en las cadenas de comida rápida. Cual castigo de Sísifo, cientos o quizá miles de condenados a realizar una misma tarea, una y otra vez, día tras día, para perfectos desconocidos, indiferentes y no pocas veces groseros.
Pero he aquí una chica que, pese al cansancio del turno que concluía, dibujó para mí un corazón en la espuma.
No sé si lo hizo para alegrar mi día o el suyo, pero funcionó en ambos sentidos y demostró que cuando se tiene un espíritu alegre, inquieto o creativo, esos dones pueden florecer hasta en los ambientes más hostiles. Como la planta de Wall-E.
Cuando mi señora volvió a buscarme, le relaté brevemente la historia y mi reflexión. Coincidió conmigo, aunque sólo un instante antes de voltear y mirarme con seriedad.
– «Oye… ¿y por qué te dibujó un corazón?»
Ah. Mujeres.
4 mayo, 2014 a las 3:29 pm
Una pequeña acción puede causar tanto en otra persona, que incluso lo escribe en su sitio web para contárselo a más gente. Una vez sentí algo similar cuando le sonreí a una chica en la calle y ella me devolvió una sonrisa. Son cosas mínimas que llegan muy adentro del ser.
Saludos!
23 mayo, 2014 a las 5:51 pm
Es la misma sensación que te deja el saludo de un desconocido cuando te lo cruzas por la calle, o cuando un automovilista se detiene y te hace señas para que cruces la pista sin apuro… eso se valora mucho en un mundo donde nadie perdona perder dos segundos por hacer un favor a otro.
Lindo relato.
27 mayo, 2014 a las 11:43 am
La vida está hecha de detalles, pero muchas personas no se dan cuenta. Eso es todo.