Si por algo vale la pena celebrar los cumpleaños, es por los autoregalos. No sólo se tiene la posibilidad de recibir exactamente lo que uno quiere (sería muy estúpido que fuera de otra manera), sino también de disfrutar aquella sensación anual de indulgencia que permite mandar el presupuesto al carajo.
Y más todavía si se cuenta con un cupón de $5.000 de Zmart para comprar videojuegos. Ellos sí que saben saludar en tu cumpleaños.
Mientras esperaba mi turno para pagar noté que el joven encargado de la tienda discutía con una clienta, una madre junto a un niño de 8 ó 9 años.
– «Señora, no le recomiendo llevar este juego. No es apropiado para la edad de su hijo», sentenció el locatario.
La mujer le dio una mirada al pequeño como si buscara su aprobación, pero este le devolvió una mirada aún más ansiosa.
– «No importa. Démelo igual».
El vendedor, un chico que a su vez no superaría los 25 años, lanzó nuevamente la advertencia. «Señora, yo sólo cumplo con mi deber de informarla al momento de comprar. No puedo prohibirle que lo lleve, pero le recomiendo que elija otro juego».
La mujer dudó un instante, pero el chico no permitió que retrocediera.
– Pero Mamá… ¡todos mis amigos lo tienen!
Eso bastó para devolver a la mujer a su posición inicial. El encargado cedió y desapareció un momento tras la puerta que conducía a la bodega, para regresar con una copia de «Grand Theft Auto V«.
– «Mire -dijo haciendo su último intento mientra le mostraba la carátula- aquí dice que el juego contiene sangre y mutilaciones, violencia intensa, humor para adultos, desnudos, lenguaje ofensivo, fuerte contenido sexual, además de uso de drogas y alcohol. Es uno de los pocos juegos que tenemos calificados para mayores de 17 años«.
– «Sí, sí, está bien», respondió la progenitora con impaciencia.
El muchacho suspiró y envolvió el juego en una bolsa, dándosela a la madre que con prontitud la trasladó al chico, quien le sonrió con esa cara de pánfilo que suele tener uno a esa edad… (unos más que otros).
A esas alturas la situación me tenía desconcertado. La mujer se veía de clase media, edad mediana y mediocre en todos los aspectos. No especialmente culta ni inculta. ¿Qué la llevaba a ignorar las advertencias, comprando impunemente a su hijo un juego de esa índole?. Sí, no hay estudios concluyentes sobre los efectos de la violencia de los videojuegos, pero basta el sentido común para saber que no le entregas a un niño un juego donde te acuestas con prostitutas y luego las golpeas hasta la inconsciencia para no pagarles sus servicios. O donde subes tu puntuación matando policías.
Menos a tu hijo.
– «¿Es eso lo que creo que vi?», le pregunté al vendedor cuando llegó mi turno.
– «Uf… sí -respondió con resignación- Nos pasa muy seguido. Llegan los propios padres a comprarle a sus hijos juegos que no son adecuados para ellos. Nosotros tratamos de orientarlos entregándoles información, pero no les interesa».
– «Con esos padres, la ley que regula la venta de videojuegos en Chile va a ser un soberano ridículo», añadí.
– «Esa ley no estuvo bien pensada. Acá ya le exigimos carnet a los niños cuando quieren comprar juegos para mayores, como dice la ley, ¿pero qué sacamos si vienen los mismos padres a comprárselos? Y siempre es la misma justificación: que todos sus amigos ya lo tienen».
Ambos movimos la cabeza en señal de desazón, mientras le entregaba -casi con un poco de vergüenza- las copias de «Sonic Generations» y «The Sims 3» que llevaba para mi 3DS. Ambos mucho más adecuados para la edad del chico.
– «Pero bueno, luego vendremos nosotros…», masculló el vendedor cuando ya me retiraba de la tienda.
– «¿Cómo dices?», pregunté sin haberle comprendido.
– «Que luego nos tocará a nosotros. Nosotros que crecimos con videojuegos seremos los padres y estaremos más preparados para saber lo que es adecuado o no para nuestros hijos, al menos en esa materia».
Escuchar aquello de un muchacho al que recién le estaba saliendo barba me hizo recuperar, al menos en parte, la esperanza.
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