Cuando hablamos de blogs, hay 2 preceptos que jamás olvido.

El primero lo leí hace varios años. Tantos, que ya no recuerdo dónde. Se trataba de una ley respecto de los autores de una bitácora, y traducida del inglés, decía algo así como “la cantidad de veces que actualizas tu blog es inversamente proporcional a lo interesante que marcha tu vida”.

Por entonces la frase se me antojó bastante patética, ya que yo actualizaba mi blog cuando no diariamente, varias veces al día. Pero claro, eran otros tiempos. Tiempos en que mi trabajo no alcanzaba a satisfacer mi sed de escritura. Tiempos en que sentía la necesidad de demostrarle a los demás -y a mí mismo- muchas cosas. Tiempos difíciles en que la pantalla se convertía en el medio ideal de desahogo o, simplemente, de demostrar que me sentía solo.

Pero los tiempos cambian. En 2008 ingresé a trabajar a Radio Bío-Bío en Concepción y eso gatilló de forma progresiva algunos de los proyectos más importantes de mi vida, incluyendo el conocer a quien más tarde se convertiría en mi polola; más adelante, mi novia y; si todo sale bien, dentro de algunos días, mi esposa.

Sí, mi vida se puso interesante. Y este blog lo resintió.

Algunos de ustedes me hicieron saber con cariño que extrañaban los artículos de antaño y muchas veces motivaron darme el tiempo de lanzar alguna resurrección mensual. Otros me hicieron saber con mucho menos tino que -de alguna forma desconocida- yo tenía la obligación de actualizar para ellos. Un razonamiento divertido pero que, aún así, era una triste evidencia de lo abandonado que tenía este sitio.

Varias veces evalué cerrar el blog y con él, una etapa.

Sin embargo nunca me resolví a hacerlo. Y fue reflexionando poco después de año nuevo que descubrí no sólo la razón de eso, sino la razón por la que -al menos voluntariamente- nunca voy a hacerlo.

Se trata del segundo precepto. Uno que durante años sólo fue mi respuesta irónica ante la insistencia de algunos colegas en reportear “¿cuál es la receta para tener un blog exitoso?”.

En aquellos tiempos me hacían esa pregunta con mucha más frecuencia. En realidad, como actualmente no me la hacen en absoluto, queda claro que “exitoso” era en realidad una asociación a “popular”. Por eso, esperaban escuchar cosas al estilo de “publica sobre temas contingentes, expone tus puntos con claridad, incentiva al lector a debatir…”

Sin embargo, mosqueado, yo sólo retrucaba: “un blog exitoso es aquel que te hace feliz”.

Lo creía genuinamente. Lo sigo creyendo ahora. La respuesta la inspiró un pequeño blog anónimo al que no recuerdo cómo caí, que el autor dedicaba a relatar las cosas triviales que hacía durante el día (no, aún no había Twitter en ese entonces). En su encabezado, ponía: “Este blog tiene como fin compartir mis vivencias con mis 4 mejores amigos”.

Notable precisión, pues cada entrada no tenía más de 4 comentarios. Pero cada uno de ellos era la evidencia del cumplimiento cabal de la finalidad de la bitácora. Era el blog más exitoso que haya visto… pese a que nunca más me interesó volverlo a leer.

Algo similar me pasa con mi propio blog. Porque pese a su abandono y a que -comprensiblemente- gran parte de la comunidad que congregaba se ha marchado, su sola existencia contribuye a mi felicidad. A saber que tengo un espacio realmente mío para escribir cuando lo desee, sin presiones editoriales ni comerciales, sea dentro de un día, dentro de un mes, de un año o de diez.

Aquí seguirá mi blog. Como ese libro favorito que espera pacientemente en nuestra biblioteca casera que un día nos decidamos a releerlo, con sus páginas cargadas de historia, pero con la diferencia de que una bitácora tiene la potencialidad de ser extendida. De seguirse escribiendo hasta el infinito.

Este año me he propuesto volver a escribir aquí con más frecuencia, como un desafío personal. También me he propuesto implementar algunos cambios que he rumiado desde hace tiempo. Quizá lo regrese a sus orígenes en el análisis de medios, bajo la herededa premisa del “Qué no has notado hoy” de McLuhan. O quizá haga de él algo nuevo. He pospuesto hace mucho explorar mi veta literaria, que ya en algunas ocasiones se ha filtrado en estas páginas virtuales.

Quizá no le haga nada. Quizá mezcle todo un poco.

Pero pase lo que pase, siento esa cálida seguridad de que este seguirá siendo mi blog. El blog más exitoso del mundo. El que me hace feliz.