Tomando un café en el Mall mientras esperaba a que mi señora concluyera sus compras -lo que generalmente me proporciona bastante tiempo- fijé mi mirada en una chica de unos 11 ó 12 años.
No, no llamen a la PDI. Lo que me llamó la atención fue ver que durante unos 20 minutos estuvo dentro de una tienda de computación, manipulando una tablet en exhibición, con el rostro absorto.
La imagen me hizo sonreír. Cuando tenía su edad, que una mujer se interesara por la informática era algo casi inconcebible. En aquellos tiempos, sólo los ñoños rematados usábamos el computador para algo más que darle una probada al videojuego de turno, lo que nos calificaba automáticamente como los nerds del colegio. La situación se mantuvo así durante varios años; era más fácil encontrarse con un esquimal en la calle que con una mujer en una convención de linuxeros.
(Y por cierto, cuando aparecía una, los presentes la coronaban de inmediato como reina).
Para mi alegría, ya no es así. Hombres y mujeres, niños y ancianos, hoy nos acercamos por igual a la tecnología. Así, en aquella niña curiosa, vi personificado el sueño de la masificación de la informática y del conocimiento. De un futuro más brillante para la humanidad.
Pero de pronto, una duda me ensombreció… ¿no estaría jugando Angry Birds?