J. Henning Buchholz (SXC)

J. Henning Buchholz (SXC)

Cuando ingresé a estudiar periodismo en 1996, internet era sólo una abstracción en la mente de los nerds. Para nosotros sólo había dos formas de consultar a una fuente: por teléfono o en persona, y la primera estaba estrictamente prohibida. Por pajera.

Eran los tiempos en que idolatrábamos a Oriana Fallaci y sus entrevistas divinas. Aquellas donde debías ver, tocar, sentir y hasta oler al entrevistado. No niego que es el mejor método. Algunas de mis entrevistas más memorables comenzaron con un apretón de manos en el que ya podía prever que mi interlocutor no tenía idea de dónde estaba parado, o que me enfrentaba a una eminencia.

Así que con cada nuevo trabajo por hacer, salíamos a la calle. No importaba que hiciera frío o calor, que estuviera granizando, que hubiera que caminar por el barro o que el entrevistado se fuera tras tenernos 2 horas esperando. Ese era el reporteo. Así se hace el periodismo. De hecho, de ahí surge ese manido dicho de que nuestra profesión es un «apostolado».

Pero los tiempos cambian y, tras ganar mis primeros galones un día me tocó estar del otro lado cuando me pidieron dar una entrevista. La solicitud llegó por correo electrónico. La petición de respuesta… también.

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