Tras casi una década, esta semana volví a ser un graffitero.
Desde luego, no de los que andan con pintura en aerosol coloreando murallas, sino de los que usan el práctico sistema de reconocimiento de escritura popularizado por Palm hacia fines de los 90.
Y se equivocan si piensan que rescaté de la muerte a mi vieja m105. Un amable usuario de Twitter me hizo saber que Graffiti está disponible como una aplicación gratuita en la tienda Google Play para instalarla como método de entrada en el sistema Android. Por fin había valido la pena la compra de mi Galaxy Note con su (literalmente) sobrevalorado lápiz.